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Academia Mexicana de la Lengua

Martes 11 de abril de 2017, por Tatiana Alvarado Teodorika

Antes de alcanzar su vida independiente, México manifestó con el cultivo del español mexicano, entre otras expresiones, la voluntad de lograr su emancipación cultural; por ello, a lo largo del siglo XIX, surgieron varios intentos de crear una academia propia que entre sus objetivos tuviera conservar y restituir la pureza del español, reimprimir y hacer circular las obras de autores clásicos, redactar diccionarios y gramáticas de las lenguas habladas en territorio nacional, conformar atlas del uso del idioma, seleccionar obras útiles para el estudio de la poesía y la elocuencia, auxiliar en el uso y estilo de la lengua a quienes lo requirieran, establecer premios y corregir el uso anárquico de la ortografía. De este modo, nacerían, en 1835, la Academia de la Lengua, ratificada por un decreto presidencial en 1854, y, más tarde, las secciones dedicadas a la filología y la literatura de la Academia Imperial, en 1865, y de la Academia Nacional de Ciencias y Literatura, en 1870, instituciones todas cuyo desarrollo fue coartado, de una manera u otra, por la inestabilidad política y los enfrentamientos ideológicos de la época.
Fue así como por más de cincuenta años, la preservación, defensa y cultivo del español de México sólo fue posible gracias a esfuerzos individuales más que corporativos, a la labor de muchos de quienes habían integrado las academias y que, a pesar del fracaso de éstas, prosiguieron ocupándose de los asuntos lingüísticos y enriquecieron notablemente la bibliografía mexicana sobre la materia; algunos de ellos llegaron a ser miembros de la Real Academia Española.
Las sesiones preparatoria e inaugural de la Academia Mexicana fueron presididas por don José María de Bassoco y se celebraron, respectivamente, el 13 de abril y el 11 de septiembre de 1875, en casa de su primer bibliotecario, don Alejandro Arango y Escandón, ubicada en la antigua calle de Medinas número 6 (hoy República de Cuba número 86), en la ciudad de México. En la sesión del 25 de septiembre del mismo año, se completó la elección de la primera Mesa Directiva: además del director y del bibliotecario arriba mencionados, se eligió secretario a don Joaquín García Icazbalceta; censor, a don Manuel Peredo, y tesorero, a don José María Roa Bárcena.

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