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Domingo 27 de marzo de 2016, por
D. Édgar Ávila, miembro de número de la ABL.
Nació en la ciudad de Tarija en 1930 y falleció el 28 de febrero de 2022.
Miembro de número de la Academia Boliviana de la Lengua desde el 26 de septiembre de 1997. Ingresó a la corporación con la lectura del discurso titulado «El lenguaje y la creación literaria» que fue respondido por el académico de número D. Julio de la Vega Rodríguez. Ocupaba la silla «C».
Poeta, novelista, pintor, ensayista, conferencista e historiador. Hijo del historiador Federico Ávila, combatió en la Revolución Nacional de 1952. Estudió pintura en la Academia de Bellas Artes de La Paz y pedagogía en la Universidad Juan Misael Saracho de Tarija, donde fue docente y director de Publicaciones e Investigaciones Folklóricas. Director de la escuela de Artes Plásticas de Tarija, fue también Alcalde de esa ciudad en 1971 y senador de la República en 1979; se desempeñó como consejero cultural de la embajada de Bolivia en Madrid en 1980. Bajo un régimen militar dictatorial de facto, estuvo preso por razones políticas a principios de los años setenta.
Nos ha dejado su obra poética: Habitante fugitivo (1965); Memoria de la tierra (1967); En cautivos sueños encarcelada (1968); Elegía (1979); y Elegía para Jaime Sáenz (1990). Sus novelas: Belinos (1995); Cantar en las tinieblas (1996); y Ceniza del viento (2004). Sus cuentos: «El códice de Tunupa» (1993); «Una música nunca olvidada» (1994); y «Prohibido barrer los parques en otoño» (1998). Sus ensayos literarios: «Revolución y cultura en Bolivia» (1963); «Resumen de la literatura boliviana» (1964); «Literatura pre-hispánica y colonial en Bolivia» (1974); «Historia y antología de la literatura boliviana» (1978); y «Antología poética» (1991). Finalmente, su obra histórica más importante entre una docena de estudios es el libro Historia de Tarija (1992).